Clínica y Escuela

Clínica del sujeto
Norberto Ferreyra

La clínica consiste en aquello que sucede en un análisis. En una sesión de análisis, que es una situación delimitada y convenida, se escucha a alguien que solicita ser escucha- do, eso es lo que se llama “demanda”. Dicha demanda de análisis es tomada, aceptada por el analista, quien responde que sí, que va escuchar lo que quiere decirle quien se le dirige. Y esto sucede cuando quien está en posición de analista le dice al otro que hable de lo que se le ocurra, sin importar si quiere o no hablar de eso que se le ocurre, que hable igual. Eso es lo que desde y con Freud se llama la regla fundamental, la asociación libre.

De lo que se trata es de lo que es dicho en esa situación, esa es la clínica. El inconsciente está en lo que decimos.

El que habla, precisamente porque habla está en posición analizante, y quien lo escucha estará en función de analista cuando es- cuche en lo que el otro le dice algo que esté referido, en lo que habla, a un decir que hace oír en la escucha su relación con aquello que lo determina como ser hablante, como con la contingencia que ocurre en la transferencia. Esto lo lleva a decir algo que lo haga sujeto de su decir, tanto del contenido como del acto de decir.

El acto del analista consiste en producir ese acto y hacer que se real-ice por quien habla, el analizante, ese pasaje de ser hablado a situarse como sujeto de lo que dijo. Esto es algo que ocurre en un análisis, donde no se trata de construir un sujeto ni de revelar alguna identidad última o algún más allá, sino de que por un momento alguien se dé cuenta de que hablando con su cuerpo y sin saberlo se hace sujeto del acto de decir, al tiempo que sale de su posición de objeto que tanto puede haber aumentado su malestar en la vida como hacerlo sufrir. Esto significa alejarlo de lo real del sufrimiento, que la castración  se vuelva no mera amenaza sino posibilidad.

¿De qué? De saber que la promesa es siempre una promesa, que la ilusión siempre será una ilusión y que su vida es su vida, porque en tanto ser hablante lo único seguro es la muerte, que sin coincidir con la castración es lo real del límite.

Este sujeto que surge como efecto del significante y en relación con el campo de significancia que le corresponde (ejemplo de la asociación libre en el análisis) es el sujeto que está en relación con el inconsciente, con un saber que está hecho como no-saber, mejor dicho, como un saber no sabido.

Como dice Lacan el 5 de mayo de 1965: “Ser psicoanalista es estar en una posición responsable, la más responsable de todas, en tanto él es aquel, a quien es confiada la operación, de una conversión ética radical, aquella que introduce el sujeto en el orden del deseo [no al orden del deseo], orden en todo lo que hay en mi enseñanza en retrospección histórica –que trata de exponer la filosofía tradicional, nos muestra ese orden que, de algún modo, está excluido”.[1]

Es decir que el sujeto del psicoanálisis, ese sujeto que está en relación con el inconsciente y con el deseo en tanto inconsciente, es un sujeto de una existencia efímera, contingente, que tiene lugar o surge en virtud de un discurso, por la acción del significante, y es so- portado en un resto que llamamos objeto a. Para que exista ese sujeto en relación con el deseo es necesario un discurso que admita, que dé lugar a que exista una significancia donde haya una significación, un significado en su ditmension inconsciente. Ese sujeto es el mismo que el de la ciencia, pero en la operación que hace esta última está forcluido, rechazado, es decir, no encuentra el campo de significancia donde existir como sujeto barrado, dividido.

Pero acá no se trata de que uno sea bueno y la otro mala, no es que la ciencia sea mala, sino que aquella es su condición de existencia como praxis. Se trata más bien de la implicancia solidaria entre el psicoanálisis y la ciencia moderna, incluida, obviamente, la física cuántica.

Para la ciencia, el sujeto está en esa situación de existencia, forcluido, porque ella no admite, no acepta para poder operar como tal, al sujeto barrado, dividido en su existencia.

En su relación con el capitalismo, la ciencia y el psicoanálisis dan lugar a esa situación donde el mismo sujeto es tan diferente en su existencia, es el mismo tanto para una como para el otro, con esa diferencia de existencia, de presentación.

Pero el psicoanálisis no va sin la ciencia, ni la ciencia sin el psicoanálisis. La consecuencia de esto es que el sujeto barrado, dividido no es admitido en la sociedad porque el capitalismo, vinculado con la ciencia, exige la existencia de un sujeto no barrado, no dividido, que sea un Uno sin división. Esto es lo que las instituciones sociales exigen para su hacer, la unidad del sujeto como resultado de su forclusión por la ciencia.

Hay que aclarar que la ciencia no es un discurso sino que da lugar a un discurso que rechaza esa condición de existencia del sujeto barrado para que el Todo funcione mejor, esto es, para que el síntoma no forme parte de la condición de existencia del sujeto en relación con el deseo inconsciente. Esa es la ineludible consecuencia del descubrimiento freudiano.

En la sociedad actual, el corolario de esta situación está dado por la búsqueda de la performance de cada individuo en tanto ser hablante, y que como sujeto sea siempre más. Más quiere decir que se “exige” que su “unidad” sea casi indestructible, a lo cual se opone lo indestructible del deseo, la división del sujeto que este implica, tal como dijo, demostró y propuso Freud.

Esa pretendida unidad favorece la evaluación, piedra angular de la producción capitalista, que cada uno pueda ser evaluado. La exigencia de unidad solicitada en el lazo social da lugar a que, por ejemplo, puedan hacerse clasificaciones de los seres hablantes según la posición que cada uno adopte frente al malestar, al sufrimiento, que cuando es innecesario, pero existe, se llama “enferme- dad” –esto es, cuando lo que enferma es la irrealidad del sufrimiento.

Entonces, hay diferentes tipos de clasificaciones entre y para nosotros como especie hablante, las cuales conforman la base de la evaluación exigida en el lazo social. Es necesario clasificar para evaluar, es necesario que la clasificación haga creer que la pretendida unidad del sujeto, ese que de distinto modo es común a la ciencia y al psicoanálisis, existe, ello a los fines de manipular eficientemente la productividad y la reproducción de los seres hablantes en tanto cuerpos de la especie –de esta cuestión se ocupa la política.

Ni reivindicación ni denuncia, esta es una constatación del “estado de las cosas” en esta actualidad discursiva, es lo que ocurre en el lazo social. De hecho, los DSM –en breve el DSM V– proponen una clasificación de los seres hablantes en y por la relación con el “sufrimiento”, esta existencia es fundamental para que el sujeto barrado, dividido no exista, no tenga lugar. Claro que no se trata de que el uso de medicamentos no pueda ayudar a amortiguar el sufrimiento, el padecer de alguien, pero esto solo sucede si no enferma por su irrealidad –como proponen los DSM– sino por lo real que hay en él. En mi opinión, puede que en el curso de un análisis ello sea necesario, siempre y cuando no aparezca como consecuencia de la resistencia del analista, que lo empuja a medicar.

Vuelvo a repetir, esta no es una novela de malos y/o buenos según quien hable, es un estado de la estructura discursiva actual.

Entonces, la subversión del sujeto consiste en:

  1. Introducir al sujeto en el orden del deseo.
  2. Que el deseo sea inconsciente no debe entenderse como un atributo sino como una función que se “hace” indestructible, la del deseo.
  3. Que está en relación con un saber-no sabido y que se encuentra, se sitúa al hablar.

Ciencia y psicoanálisis, nexos y divergencias:

  1. Diferencia entre ciencia y técnica.
  2. Forclusión necesaria del sujeto en la ciencia.
  3. No hay psicoanálisis sin ciencia, tampoco ciencia sin psicoanálisis.
  4. La ideología de la ciencia es uno de los modos de presentación de la dimensión del Otro y hace al fantasma.

A veces sucede que el psicoanálisis mismo da lugar a que haya una clasificación de los seres hablantes, cuando el diagnóstico funciona como prejuicio para aquel que pretende estar en la posición de analista en su escucha. Así, ya se sabe antes, y esto solo es concebible si se cree en la unidad del sujeto.

Nada nos ampara a cada uno de nosotros como especie y como analistas ante esta resistencia que surge en relación con la división del sujeto. Pero el psicoanálisis da lugar a que la resistencia pueda ser detectada, analizada, y hasta disminuida en su poder, ya que actuar con ella otorga un poder. ¿Cuál? El de poder ser un Uno indivisible, indestructible, que es lo que el capitalismo precisa para orientar, como ya dije, la reproducción y la producción de los cuerpos de los seres hablantes.

La cita de Lacan que antes presenté dice de la ditmension que Freud instaló en relación con los discursos, en los cuales se sostienen los lazos sociales entre los seres hablantes, entre los individuos de esta especie que por hablar, se hace necesario lógicamente suponerle la existencia de un sujeto. Pero además, para que esta suposición dé lugar a lo real, el sujeto tiene que existir como dividido de un modo efímero, determinadamente contingente, como sucede en el análisis.


[1] 1 Jacques Lacan: El Seminario, Libro XII: Problema cruciales para el psicoanálisis, clase del 5 de mayo de 1965, inédito.