Coloquio de la Comisión de Enlace Regional de Argentina y Uruguay (CERAU) – 24 de abril de 2015 – ROSARIO

¿ESTRUCTURA o TRASTORNO?
VIGENCIA DEL PSICOANALISIS
Solemos escuchar que el psicoanálisis ya no es un método eficaz para la cura, o peor aún, que nunca lo fue. Esta afirmación propia del discurso capitalista, predominante en nuestra época, por un lado intenta afianzar la ideología de mercado y por el otro desestimar los valiosos aportes que el psicoanálisis ha realizado para la civilización. Asistimos a la creencia que la ciencia ha logrado aquello que tanto ha buscado: demostrar que es posible resolver los problemas del ser humano desde una perspectiva uniforme, que lo considera una entidad biológicamente determinada. Basados en una lógica que explica lo humano como consecuencia de una determinación genética o de la función neuronal, exclusivamente, los aparatos de propaganda científica penetran imaginariamente la civilización, contribuyendo en la producción de efectos en lo real y lo simbólico, interviniendo sobre el deseo y el goce. Ante lo que no anda, se ha construido un término cuyo alcance es objetable: el trastorno, como signo de una supuesta enfermedad. El psicoanálisis puede dar respuestas, como lo ha hecho a lo largo de su historia, aportando fundamentos ante este discurso de la ciencia, que se presenta como totalizado en nuestro tiempo. La apuesta por el sujeto, es la apuesta por la palabra, basada en el hecho de que el psiquismo es un efecto del lenguaje sobre el cuerpo. El significante que despliega el signo cristalizado muchas veces bajo la sigla inmutable del trastorno, en un análisis conduce a la letra. El psicoanálisis restituye al síntoma su función, simbólica y real, que enhebrado en las marcas del sujeto por la función del objeto a, pasará de formación del inconsciente, vía transferencia, a síntoma analítico dando lugar a su dimensión. Colocar en el lugar de la causa del malestar al gen o la neurona, puede oficiar de salida tranquilizadora, sin preguntas. Acalla al sujeto allí donde Freud lo convoca a hablar, a dar cuenta de su lugar en la estructura del lenguaje, vale decir de su anudamiento.

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